Infraestructuras resilientes -flexibles- ante fenómenos extremos
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el término “resilencia” tiene dos acepciones:
a) La capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
b) La capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido.
En el campo medioambiental, la resiliencia es la habilidad de un sistema, una comunidad o una sociedad expuestos a una amenaza para resistir, absorber, adaptarse y recuperarse de una crisis o desastre de manera eficiente.
Desde un punto de vista general, las infraestructuras están bajo la presión de todo tipo de amenazas: climáticas, sísmicas, inundaciones, huracanes, desprendimientos, aludes, etc. Es por ello que su diseño no sólo ha de asociarse al principio de sostenibilidad, sino también a otros relacionados con su comportamiento bajo condiciones extremas.
Uso de materiales resistentes y de alta durabilidad, mejora de las prácticas constructivas, incorporación de elementos disipadores de energía, implementación de zonas de seguridad… son algunas técnicas que permiten dotar de resilencia a las infraestructuras, también las de carreteras.